lunes, 12 de marzo de 2012
Un cuento de amor de Jorge Bucay
La princesa y el plebeyo
Cuentan que una bella princesa estaba buscando consorte.
Aristócratas y adinerados señores habían llegado de todas partes
para ofrecer sus maravillosos regalos:
Joyas, tierras, ejércitos y tronos conformaban los obsequios
para conquistar a tan especial criatura.
Entre los candidatos se encontraba un joven plebeyo,
que no tenía más riquezas que amor y perseverancia.
Cuando le llegó el momento de hablar, dijo:
"Princesa, te he amado toda mi vida. Como soy un
hombre pobre y no tengo tesoros para darte,
te ofrezco mi sacrificio como prueba de amor...
Estaré cien días sentado bajo tu ventana,
sin más alimentos que la lluvia
y sin más ropas que las que llevo puestas...
esa es mi dote..."
La princesa, conmovida por semejante gesto de amor,
decidió aceptar.
"Tendrás tu oportunidad:
Si pasas la prueba, me desposarás".
Así pasaron las horas y los días.
El pretendiente estuvo sentado,
soportando los vientos, la nieve y las noches heladas.
Sin pestañear, con la vista fija en el balcón de su amada, el
valiente vasallo siguió firme en su empeño, sin desfallecer un momento.
De vez en cuando la cortina de la ventana real dejaba traslucir la
esbelta figura de la princesa, la cual, con un noble gesto y una sonrisa,
aprobaba la faena.
Todo iba a las mil maravillas.
Incluso algunos optimistas habían comenzado a
planear los festejos.
Al llegar el día noventa y nueve, los pobladores de
la zona habían salido a animar al próximo monarca.
Todo era alegría y jolgorio, hasta que de pronto,
cuando faltaba una hora para cumplirse el plazo,
ante la mirada atónita de los asistentes
y la perplejidad de la infanta, el joven se levantó
y sin dar explicación alguna, se alejó lentamente del lugar.
Unas semanas después, mientras deambulaba por un
solitario camino, un niño de la comarca lo alcanzó y le
preguntó a quemarropa:
"¿Qué fue lo te que ocurrió?...Estabas a un paso de
lograr la meta...¿Por qué perdiste esa oportunidad?...
¿Por qué te retiraste?..."
Con profunda consternación y algunas lágrimas mal
disimuladas, contestó en voz baja:
"No me ahorró ni un día de sufrimiento...Ni
siquiera una hora...
No merecía mi amor..."
sábado, 3 de marzo de 2012
La mitomanía
Hoy no tengo ganas de escribir, pero quiero compartir con vosotros un artículo sobre un tema que me interesa bastante. Quizá a alguien le pueda ayudar a entender qué le sucede a alguna persona próxima que se encuentre en esta situación y a tener una idea de como confrontar el problema.
La mitomanía
Calificada como un impulso incontrolable hacia la mentira, la mitomanía deteriora la personalidad de los afectados, quienes pierden credibilidad ante los demás.
Pinocho, el protagonista del cuento infantil a quien le crece la nariz cada vez que miente, no sólo ha cargado con tal enseñanza por más de un siglo, sino que ha irrumpido en la escena científica ayudando a descifrar el trastorno patológico conocido como mitomanía.
De la ficción a la realidad
De acuerdo con un estudio realizado por expertos de la Universidad de Chicago, Estados Unidos, la nariz de Pinocho ha rebasado las fronteras de la ficción pues se ha demostrado que, cuando una persona miente, los vasos sanguíneos del órgano se repletan de sangre, y provocan que éste se hinche.
Los autores de la investigación, Alan Hirsch y Charles Wolf, señalan que, aunque no es un efecto perceptible a simple vista, éste hace que el individuo en cuestión sienta picazón en la punta de su nariz y se tenga que rascar, en un acto puramente involuntario.
Generalmente, cuando alguien oculta u omite la verdad, la lengua se le traba y aparecen otros signos, como sudoraciones, gestualidad exacerbada e intranquilidad, fácilmente reconocibles por un "ojo clínico". Ahora, con los resultados de este estudio, otro detalle se suma a la lista de "delatores" que podrían dejar muy mal plantados a los mentirosos compulsivos.
La mitomanía, un serio trastorno psicológico
Definida como un trastorno de la personalidad que consiste en mentir de manera patológica, falseando la realidad, la mitomanía puede convertirse en un serio desorden psicológico cuando la persona no sale de una mentira para entrar en otra, y no concibe su realidad ni la de los demás sin adulterarla de algún modo.
Ciertamente, la mentira ha tocado a la puerta de casi todos los seres humanos: ante la tarea olvidada, la desobediencia paterna, los azares del amor y otras situaciones de la cotidianidad, pero hay que tener mucho cuidado pues, fácilmente, las pequeñas falsedades o las llamadas "mentiras piadosas" pueden conducir a la mitomanía, término usado por primera vez en 1900, por el profesor francés Ernest Dupré.
La mitomanía es bastante habitual
Según Dupré, existen cuatro tipos de mitomanía: la vanidosa (cuando la persona se halaga), la errante (cuando trata de huir de su realidad), la maligna (cuando intenta compensar un complejo de inferioridad) y la perversa (cuando miente para estafar).
Especialistas opinan que esta tendencia hacia la mentira es más común de lo que se cree, y puede acoger a cualquier persona, aunque mayormente afecta al sexo masculino. De acuerdo con el doctor mexicano Sergio Arturo Escobedo, el hecho de ocultar la verdad entraña en sí una amenaza de padecer tal desorden.
Es decir, el mero acto de omitir la realidad acerca de una determinada situación es, por lo general, una clara maniobra de quienes tratan de fabricar una imagen más aceptable de sí mismos o de situaciones que les son inherentes.
También es bastante habitual el uso excesivo de la mentira para evitar compromisos sociales. Si bien es cierto que, en principio, el recurso puede ser útil en dependencia de las circunstancias que lleven a utilizarlo, Escobedo recomienda tener mucha precaución al respecto y establecer un límite, toda vez que su empleo indiscriminado puede generar secuelas bastante negativas.
Causas y efectos de la mitomanía
Según la psiquiatra española Ana Simó, la baja autoestima es responsable del trastorno en muchas ocasiones. En otras, la necesidad de ser aceptados entre familiares y amigos, de conseguir lo deseado, o de aparentar una realidad diferente a la vivida. Las consecuencias, sin embargo, son las mismas: la pérdida de credibilidad, confianza y prestigio entre los allegados, así como el deterioro progresivo de la personalidad ante los ojos de los demás.
Sin dejar de mencionar las consecuencias sobre sí mismos. Es decir, los mitómanos y mitómanas terminan creyéndose sus "mentiras gordas", y es tal el enredo de sus propias invenciones que muchas veces no saben cómo salir de su propia maraña. Lo peor es que no se consideran como tales y sólo buscan ayuda profesional en muy pocas ocasiones.
Cómo hacer frente a un mitómano o mitómana
El psiquiatra mexicano Sergio Arturo Escobedo aconseja tratar de comprender a los mentirosos compulsivos porque, al fin y al cabo, se trata de un desorden patológico. Eso sí, recomienda confrontarlos de manera sutil y privada, a fin de que el mal no se vuelva irreversible. O sea, hay que darles a entender que sus mentiras no son aceptadas y que, si continúan fomentando el impulso de desvirtuar la realidad, el descrédito hará presa de ellos.
Lógicamente, también sugiere la búsqueda de ayuda profesional, pues sólo un psicoterapeuta podrá dilucidar la raíz del padecimiento, discutirla con el afectado y trazar las terapias a seguir. En muchas ocasiones, dichos tratamientos comienzan con la exploración del paciente mediante entrevistas destinadas a mostrarle el costo de sus actos. También suelen incluir a los familiares más cercanos, en aras de realizar un trabajo de conjunto más efectivo.
Y es que, por más que la ficción se acerque a la realidad, no será Pepe Grillo, la conciencia de Pinocho, quien señale los efectos nocivos del trastorno ni, mucho menos, quien indique el procedimiento y conducta a seguir. Desafortunadamente, la magia del cuento infantil termina cuando la seriedad del desorden comienza.
Dejo un video como reflexión:
Vía: universotlp.activoforo.com
Suscribirse a:
Entradas (Atom)