jueves, 19 de marzo de 2009

Adicción de Claudia Gray

Hace unos días me enteré de que el 4 de abril sale a la venta el nuevo libro de Claudia Gray, Adicción, la continuación de Medianoche, y es que me compré este libro en verano, ya que al tener bastante tiempo libre y después de haberme leído los tres primeros libros de la saga del Crepúsculo de Stephenie Meyer, quería otro libro de este tipo, que sabía que no podría igualarlo porque esta saga me encantaba, pero almenos que me dejara con un buen sabor de boca. Opté por mirar en una librería algun libro de esta temática y me decanté por Medianoche, ya que parecía que podía estar bien, otro libro de vampiros, misterio y amor. Como pensaba, no podía igualar a los libros de Crepúsculo, para mi gusto, pero también me gustó bastante, así que lo recomiendo para quienes les gusten este tipo de libros. Lo malo del libro es que es un poco corto y te quedas con ganas de más, de la continuación, pero por suerte, dentro de menos de un mes ya sale!

A continuación os dejo la información de los dos libros.
Título: Adicción
Autor: Claudia Gray
Editorial: Montena
Nº pag: 384 aprox.
Sinopsis
Bianca cursa el bachillerato en un prestigioso internado para vampiros, Medianoche. Hay algo, sin embargo, que la distrae de sus responsabilidades académicas: está perdidamente enamorada de Lucas, un miembro de la Cruz Negra, el clan de cazavampiros más poderoso de la tierra. Lucas estudió en Medianoche el curso anterior, pero se vio obligado a huir cuando se descubrieron sus verdaderos orígenes. Ahora hace más de 6 meses que Bianca no ha recibido noticias suyas, y ya no puede soportar su ausencia…
Pero todavía hay algo que puede complicarle más las cosas: un espectro ha aparecido en Medianoche con la intención de destapar los secretos más oscuros de su pasado…


Título: Medianoche
Autor: Claudia Gray
Editorial: Montena
Nº Pag: 320
Sinopsis
En un internado donde nada es lo que parece.
Dos jóvenes atraídos por una fuerza magnética.
Un secreto oscuro y peligroso.
Y una única certeza: entregarse al amor es jugar con fuego…

domingo, 15 de marzo de 2009

Pacto de Sangre de Mario Benedetti

Hoy, a través de un curso que hago sobre la violencia a la gente mayor me he enterado de la existencia de este cuento de Mario Benedetti, Pacto de sangre, que cuando he tenido un rato he leído y aunque es triste, es precioso, y te hace reflexionar bastante. El cuento trata sobre la situación de un hombre de ochenta y cuatro años, de como se siente y de lo que piensa, que aunque esto sea solo un cuento, no se si de un caso real o inventado, hay mucha gente mayor que se encuentra en esta situación o en alguna parecida, y la mayoría de nosotros no nos paramos a pensar en todo esto, en el montón de personas que hay en el mundo así, y es muy triste. Porque mucha gente piensa que son viejos, pesados, que no sirven para nada y que encima a veces estorban, y en realidad son personas como todos, con su personalidad, sus virtudes, sus defectos, sus sentimientos y sus vivencias, que porque sean mayores no significa que sean peores o que no tengan sentimientos y por eso podamos tratarlos como queramos, porque si muchas veces les prestaramos mucha más atención, tendrían mucho que aportarnos y aprenderíamos mucho de ellos.

A continuación dejo escrito el cuento:


Pacto de Sangre

A esta altura ya nadie me nombra por mi nombre: Octavio. Todos me llaman abuelo. Incluida mi propia hija. Cuando uno tiene, como yo, ochenta y cuatro años, qué más puede pedir. No pido nada. Fui y sigo siendo orgulloso. Sin embargo, hace ya algunos años que me he acostumbrado a estar en la mecedora o en la cama.

No hablo. Los demás creen que no puedo hablar, incluso el médico lo cree. Pero yo puedo hablar. Hablo por la noche, monologo, naturalmente que en voz muy baja, para que no me oigan. Hablo nada más que para asegurarme de que puedo. Total, ¿para qué? Afortunadamente, puedo ir al baño por mí mismo, sin ayuda.

Esos siete pasos que me separan del lavabo o del inodoro, aún puedo darlos. Ducharme no. Eso no podría hacerlo sin ayuda, pero para mi higiene general viene una vez por semana (me gustaría que fuese más frecuente, pero al parecer sale muy caro) el enfermero y me baña en la cama. No lo hace mal. Lo dejo hacer, qué más remedio. Es más cómodo y además tiene una técnica excelente. Cuando al final me pasa una toalla húmeda y fría por los testículos, siento que eso me hace bien, salvo en pleno invierno. Me hace bien, aunque, claro, ya nadie puede resucitar al muerto. A veces, cuando voy al baño, miro en el espejo mis vergüenzas y nunca mejor aplicado el término. Mis vergüenzas. Unas barbas de chivo, eso son. Pero confieso que la toalla fría del enfermero hace que me sienta mejor. Es lo más parecido al «baño vital» que me recomendó un naturista hace unos sesenta años. Era (él, no yo) un viejito, flaco y totalmente canoso, con una mirada pálida pero sabihonda y una voz neutra y sin embargo afable. Me hizo sentar frente a él, me dio un vistazo que no duró más de un minuto, y de inmediato empezó a escribir a máquina, una vieja Remington que parecía un tranvía. Era mi ficha de nuevo paciente. A medida que escribía, iba diciendo el texto en voz alta, probablemente para comprobar si yo pretendía refutarlo. Era increible. Todo lo que iba diciendo era rigurosamente cierto. Dos veces sarampión, una vez rubeola y otra escarlatina, difteria, tifus, de niño hizo mucha gimnasia, menos mal porque si no hoy tendría problemas respiratorios; varices prematuras, hernia inguinal reabsorbida, buena dentadura, etcétera. Hasta ese dia no me había dado cuenta de que era poseedor de tantas taras juntas. Pero gracias a aquel tipo y sus consejos, de a poco fui mejorando. Lo malo vino después, con años y más años. Años. No hay naturista ni matasanos que te los quite. Ahora que debo quedarme todo el tiempo quieto y callado (quieto, por obligación; callado, por vocación), mi diversión es recorrer mi vida, buscar y rebuscar algún detalle que creía olvidado y sin embargo estaba oculto en algún recoveco de la memoria. Con mis ojos casi siempre llorosos (no de llanto sino de vejez) veo y recorro las palmas de mis manos. Ya no conservan el recuerdo táctil de las mujeres que acaricié, pero en la mente sí las tengo, puedo recorrer sus cuerpos como quien pasa una película y detener la cámara a mi gusto para fijarme en un cuello (¿será el de Ana?) que siempre me conmovió, en unos pechos (¿serán los de Luisa?) que durante un año entero me hicieron creer en Dios, en una cintura (¿será la de Carmen?) que reclamaba mis brazos que entonces eran fuertes, en cierto pubis de musgo rubio al que yo llamaba mi vellocino de oro (¿será el de Ema?) que aparecía tanto en mis ensueños (matorral de lujuria) como en mis pesadillas (suerte de Moloch que me tragaba para siempre). Es curioso, a menudo me acuerdo de partículas de cuerpo y no de los rostros o los nombres. Sin embargo, otras veces recuerdo un nombre y no tengo idea de a qué cuerpocorrespondía. ¿Dónde estarán esas mujeres? ¿Seguirán vivas? ¿Las llamarán abuelas, sólo abuelas, y no habrá nadie que las llame por sus nombres? La vejez nos sumerge en una suerte de anonimato. En España dicen, o decían, los diarios: murió un anciano de sesenta años. Los cretinos. ¿Qué categoría reservan entonces para nosotros, octogenarios pecadores? ¿Escombros? ¿Ruinas? ¿Esperpentos? Cuando yo tenía sesenta era cualquier cosa menos un anciano. En la playa jugaba a la paleta con los amigos de mis hijos y les ganaba cómodamente. En la cama, si la interlocutora cumplía dignamente su parte en el diálogo corporal, yo cumplía cabalmente con la mía. En el trabajo no diré que era el primero pero sí que integraba el pelotón. Supe divertirme, eso sí, sin agraviar a Teresa. He ahí un nombre que recuerdo junto a su cuerpo. Claro que es el de mi mujer. Estuvimos tantas veces juntos, en el dolor pero sobre todo en el placer. Ella, mientras pudo, supo cómo hacerlo. Puede ser que se imaginara que yo tenía mis cosas por ahí, pero jamás me hizo una escena de celos, esas porquerías que corroen la convivencia.

Como contrapartida, cuidé siempre de no agraviarla, de no avergonzarla, de no dejarla en ridículo (primera obligación de un buen marido), porque eso sí es algo que no se perdona. La quise bien, claro que con un amor distinto. Era de alguna manera mi complemento, y también el colchón de mis broncas. Suficiente. Le hice tres varones y una hembra. Suficiente. El ataque de asma que se la llevó fue el prólogo de mi infarto. Sesenta y ocho tenía, y yo setenta. O sea que hace catorceaños. No son tantos. Ahí empezó mi marea baja. Y sigue. ¿Con quién voy a hablar? Me consta que para mi hija y para mi yerno soy un peso muerto. No diré que no me quieren, pero tal vez sea de la manera como se puede querer a un mueble de anticuario o a un reloj de cuco o (en estos tiempos) a un horno de misar. No digo que eso sea injusto. Sólo quiero que me dejen pensar. Viene mi hija por la mañana temprano y no me dice qué tal papá sino qué tal abuelo, como si no proviniera de mi prehistórico espermatozoide. Viene mi yerno al mediodía y dice qué tal abuelo. En él no es una errata sino una muestra de afecto, que aprecio como corresponde, ya que él procede de otro espermatozoide, italiano tal vez puesto que se llama Aldo Cagnoli. Qué bien, me acordé del nombre completo. A una y a otro les respondo siempre con una sonrisa, un cabeceo conformista y una mirada, lacrimosa como de costumbre, pero inteligente. Esto me lo estoy diciendo a mí mismo, de modo que no es vanidad no presunción ni coquetería senil, algo que hoy se lleva mucho. Digo inteligente, sencillamente porque es así. También tengo la impresión de que ellos agradecen al Señor de que yo no pueda hablar (eso se creen). Imagino que se imaginan: cuánta cháchara de viejo nos estamos ahorrando. Y sin embargo, bien que se lo pierden. Porque sé que podría narrarles cosas interesantes, recuerdos que son historia. Qué saben ellos de las dos guerras mundiales, de los primeros Ford a bigote, de los olímpicos de Colombes, de la muerte de Batlle y Ordóñez, de la despedida a Rodó cuando se fue a Italia, de los festejos cuando el Centenario. Como esto lo converso sólo conmigo, no tengo por qué respetar el orden cronológico, menos mal. Qué saben, ¿eh? Sólo una noticia, o una nota al pie de página, o una mención en la perorata de un político. Nada más. Pero el ambiente, la gente en las calles, la tristeza o el regocijo en los rostros, el sol o la lluvia sobre las multitudes, el techo de paraguas en la Plaza Cagancha cuando Uruguay le ganó tres a dos a Italia en las semifinales de Amsterdam y el relato del partido no venía como ahora por satélite sino por telegramas (Carga uruguaya; Italia cede córner; los italianos presionan sobre la valla defendida por Mazali; Scarone tira desviado, etc.) Nada saben y se lo pierden. Cuando mi hija viene y me dice qué tal abuelo, yo debería decirle te acordás de cuando venías a llorar en mis rodillas porque el hijo del vecino te había dicho che negrita y vos creías que era un insulto ya que te sabías blanca, y yo te explicaba que el hijo del vecino te decía eso porque tenías el pelo oscuro, pero que además, de haber sido negrita, eso no habría significado nada vergonzoso porque los negros, salvo en su piel, son iguales a nosotros y pueden ser tan buenos o tan malos como los blanquísimos. Y vos dejabas de llorar en mis rodillas (los pantalones quedaban mojados, pero yo te decía no te preocupes, m'hijita, las lágrimas no manchan) y salías de nuevo a jugar con los otros niños y al hijo del vecino lo sumías en un desconcierto vitalicio cuando le decías, con todo el desprecio de tus siete años: che blanquito. Podría recordarte eso, pero para qué. Tal vez dirías, ay abuelo, con qué pavadas me venías ahora. a lo mejor no lo decías, pero no quiero arriesgarme a ese bochorno. No son pavadas, Teresita (te llamas como tu madre, se ve que la imaginación no nos sobraba), yo te enseñé algunas cosas y tu madre también. Pero por qué cuando hablás de ella decías, entonces vivía mamá, y a mí en cambio me preguntás qué tal, abuelo. Alo mejor, si me hubiera muerto antes que ella, hoy dirías, cuando vivía pap'. La cosa es que, para bien o para mal, papá vive, no habla pero piensa, no habla pero siente.

De modo que mis contactos con el mundo se reducen a mi hija, cuando entra y me dice qué tal abuelo, a mi yerno cuando ídem, de vez en cuando al médico, al enfermero cuando viene a lavar mis pelotas ya jubiladas, y también el resto de este cuerpo del delito. Bueno, y sobre todo, está mi nieto, que creo es lo único que me mantiene vivo. Es decir, me mantenía. Porque ayer por la mañana vino y me besó y me dijo abuelo, me voy por quince días a Denver con el tío Braulio, ya que saqué buenas notas y me gané estas vacaciones. Yo no podía hablas (y no sé si hubiera podido, porque tenía un nudo en la garganta) ya que también estaban en la habitación mi hija y mi yerno y ni yo ni mi nieto íbamos a violar nuestro pacto de sangre. Así que le devolví el beso, le apreté la mano, puse un instante mi muñeca junto a la suya como testimonio de lo que ambos sabíamos, y sé que él entendió perfectamente cuánto lo iba a extrañar ya que no iba a tener a quien contarle cuentos inéditos. Y se fueron. Pero tres o cuatro horas más tarde volvió a entrar Aldo, y me dijo mire, abuelo, que Octavio no se fue por quince días sino por un año y tal vez más, queremos que se eduque en los Estados Unidos, así aprende desde niño el idioma y tendrá una formación que va a servirle de mucho. Él no se lo dijo porque tampoco lo sabía. No queríamos que empezara a llorar, porque él lo quiere mucho, abuelo, siempre me lo dice, y yo sé que usted también lo quiere, ¿no es así? Se lo vamos a decir por carta, aunque mi cuñado lo va a ir preparando. Ah, y otra cosa. Cuando ya se había despedido de nosotros, volvió atrás y me dijo, dale un beso al abuelo y que sepa que estoy cumpliendo nuestro pacto. Y salió corriendo. ¿Qué pacto es ese, abuelo? Cerré los ojos por pudor, aunque como siempre lagrimeo, nadie sabe nunca cuándo son lágrimas de veras, e hica un gesto con la mano como diciendo: cosas de niños. Él se quedó tranquilo y me abandonó, me dejó a solas con mi abandono, porque ahora sí que no tengo a nadie, y tampoco a nadie con quien hablar. Me tomó de sorpresa todo esto. Pero quizá sea lo mejor. Porque ahora sí tengo ganas de morir. Como corresponde a un despojo de ochenta y cuatro años. A mi edad no es bueno tener ganas de vivir, porque la muerte viene de todos modos y a uno lo toma de sorpresa. A mí no.

Ahora tengo ganas de irme, llevándome todo ese mundo que tengo en mi cabeza y los diez o doce cuentos que ya tenía preparados para Octavio, mi nieto. No voy a suicidarme (¿con qué?), pero no hay nada más seguro que querer morir. Eso siempre lo supe. Uno muere cuando realmente quiere morir. Será mañana o pasado. No mucho más. Nadie lo sabrá. Ni el médico (¿acaso se dio cuenta alguna vez de que yo podía hablar?) ni el enfermero ni Teresita ni Aldo. Sólo se darán cuenta cuando falten cinco minutos. A lo mejor Teresita dice entonces papá, pero ya será tarde. Y yo en cambio no diré chau, apenas adiosito con la última mirada. No diré ni chau, para que alguna vez se entere Octavio, mi nieto, de que ni siquiera en ese instante peliagudo violé nuestro pacto de sangre. Y me iré con mis cuentos a otra parte. O a ninguna.

lunes, 2 de marzo de 2009

Los rasgos faciales: Personalidad

Desde la antigüedad se intenta encontrar una manera para poder describir la personalidad y el comportamiento del ser humano, y algunos lo han intentado a partir de la fisonomía de una persona, creiendo que determinados rasgos determinaban una personalidad o otra, igual que otros lo hicieron a partir de la grafología o la astrología, por ejemplo, pero no puede decirse que sean métodos fiables ni científicos. De esto se deriva un cierto interés actual por los rasgos faciales como determinantes de la personalidad, y aunque algunos esten a favor, otros estan en contra diciendo que no se puede demostrar científicamente, así que es un tema que está en el aire y cada uno puede tener su opinión al respecto. No obstante, creo que es interesante y aunque puede no ser verdad, a mucha gente nos gusta mirar cuando salen artículos sobre esto en las revistas para ver si coincide con nuestra personalidad o no.
Algunos de los significados que se corresponden con los distintos rasgos son:

La frente

Indica las posibilidades intelectuales de un individuo, aunque no dependen solo del tamaño del craneo, sino de la complejidad del cerebro, de la cultura y de la herencia genética.

  • Frente ancha: indica grandes posibilidades de poder abarcar un número considerable de diferentes nociones. Es la frente de un ser sintético, dotado de una notable memoria, capaz de asociar ideas y extraer conclusiones. Este individuo está siempre dispuesto a examinar todas las ideas nuevas que se le presentan a fin de compararlas con las propias. Resulta fácil convencer a este individuo, siempre que se le sugieran horizontes desconocidos.
  • Frente estrecha: la frente estrecha corresponde a un individuo de espíritu analítico, de ideas brillantes y profundas, aunque las asocia con dificultad. Carece de orden y método, así como de habilidad manual. No se deja convencer con facilidad y, para ello, es necesario presentarle una idea nueva relacionada con los temas que le preocupen.
  • Frente alta: la frente alta indica el poder de transformar las sensaciones en ideas. De ello deducimos idealismo y sensualidad, serenidad del espíritu que juzga desde arriba. Con frecuencia lo vemos operando para satisfacer y ver triunfar la lógica, el ideal. Se le convence fácilmente si se emplean argumentos sólidos.
  • Frente baja: este individuo rechaza los pensamientos metafísicos y se siente inclinado hacia el utilitarismo. Indica voluntad, obstinación, cólera, y con mucha frecuencia, avaricia. Suele ir acompañado de un espíritu de iniciativa.
  • Ovalada: si la frente posee una forma ovalada, ello indica que se trata de un ser soñador, imaginativo, que raras veces se detiene en lo concreto; aunque este individuo se nos presente como un artista dotado de inspiración, como un poeta, su producción es escasa y obra guiándose por la intuición. Ama la independencia y es incapaz de someterse a cualquier disciplina.
  • Cuadrada: el individuo dotado de tal frente es un ser armonioso, juicioso, calculador y reflexivo, orientado hacia el lado práctico y positivo de las cosas. De él no podemos decir que dé rienda suelta a su imaginación y sueñe quimeras. Su carácter es duro y severo, pero demuestra poseer gran sentido del deber.
  • Trapezoidal (ancha en la parte superior): esta frente suele mostrar sienes abultadas; revela al artista que posee una imaginación creadora, aunque sus ideas pueden ser confusas. Si las sienes se presentan deprimidas denotan un ser con un espíritu sintético muy estrecho. Otras veces, la frente ancha y abultada en su parte superior denota un ser dotado de una tremenda mordacidad, con la que pone en ridículo a los demás.
  • Trapezoidal (ancha en la parte inferior): esta forma de frente nos presenta un individuo poseedor de gran habilidad manual: puede ser un técnico preciso y un fontanero mañoso. No carece de iniciativa y es un agudo observador; posee asimismo buena memoria.

La nariz

La nariz correcta debe tener una altura igual a la de la frente, con una ligera depresión en la raíz. Vista de perfil debe representar el tercio de su longitud. Los sujetos con una nariz cóncava (elevada o en trompeta) son considerados tranquilos y sentimentales y los que tienen una nariz convexa (aguileña) son nerviosos y espontaneos.

  • Nariz larga: la nariz larga denota un individuo con pasiones serenas, con predisposición, a veces, a la esquizofrenia, pero con una vida interior muy intensa. El sujeto poseedor de nariz larga puede desempeñar trabajos que necesitan reflexión, paciencia y perseverancia.
  • Nariz demasiado gruesa: denota una personalidad inclinada al egoísmo, bien en la forma sexual o en sus afectos.
  • Nariz pequeña: esta nariz pertenece a una persona impulsiva, impaciente, colérica, con frecuencia caprichosa. Es un ser que no analiza demasiado sus impresiones.
  • Nariz convexa: esta forma de nariz pertenece al ser activo, ambicioso, apasionado.

Los ojos

Indican las cualidades afectivas y los que estan situados normalmente deben presentar una separación de 31 milímetros entre sí.

  • Ojos de separación superior a lo normal: indica aptitud para reconocer sin esfuerzo las fisonomías, así como para estudiar las cosas concretas; optimismo debido a la satisfacción de representarse con facilidad al mundo exterior, teniendo la sensación de dominarlo.
  • Ojos de separación inferior a lo normal: esta posición de los ojos indica pesimismo, tristeza e inestabilidad.
  • Ojos saltones: indican una mente tardía en elaborar pensamientos, buena memoria para las fechas y los hechos. Si, al mismo tiempo, la conjuntiva muestra pequeños granitos de grasa, ello indica cierta debilidad intelectual y dudas morales.
  • Ojos hundidos: indican una disminución de la vitalidad. Suelen presentarse en el tipo nervioso, siempre alerta para su defensa, indican voluntad y tozudez, introvertido, acostumbrará ser un tipo silencioso, taciturno y melancólico. Las penalidades suelen hundir los ojos.
  • Ojos grandes: los ojos que están bien abiertos y son armoniosos indican una propensión hacia la espiritualidad elevada, una naturaleza positiva, soñadora, poética, dada a pasiones ideales y abstractas.
  • Ojos demasiado grandes: indican exaltación del espíritu, así como temor intenso.
  • Ojos pequeños: estos ojos indican un espíritu constructivo, una naturaleza activa y emprendedora, voluntad e inquietud intelectual.

La boca

Representa nuestros instintos superiores, reflejando nuestras emociones, sentimientos y odios.Si está dibujada armoniosamente indica equilibrio instintivo, mientras que una boca irregular, mal dibujada y gesticuladora pertenece a una persona dominada por las pasiones o a una persona que ha padecido muchos sufrimientos.

Línea de la boca

  • Línea recta: si la boca está bien dibujada, es indicio de equilibrio.
  • Línea con las comisuras bajas: indica pugnas entre la espiritualidad y los instintos, así como amargura y tristeza.
  • Línea con las comisuras elevadas: anuncian alegría, buen humor, picardía, presunción y pedantería. Cuando la boca es un poco saliente, ello revela mal humor y del individuo que observa.
  • La boca carnosa y saliente: revela asimismo a los profesionales de la palabra que se hallan siempre dispuestos a hablar. El labio superior más grueso que el inferior es indicio de bondad, de dulzura, pero asimismo de inteligencia ilimitada, de donde deducimos que esta forma de labio es característica del temperamento linfático.
  • Si, al mismo tiempo, el borde del labio parece vuelto hacia atrás, podemos decir que el individuo será un sujeto ambicioso, amante de la popularidad.
  • Si el labio inferior es más grueso que el superior y caído, indica disminución de la vitalidad, bondad, sensualidad.
  • Los labios entreabiertos: revelan un carácter poco combativo.
  • Los labios gruesos: denotan la materialidad del instinto sexual; los apetitos gobiernan al espíritu. Carencia de moralidad. Cuando la boca está hacia dentro, puede ser indicio de astucia y de envidia.
  • Los labios cerrados: afectación, vanidad. Si los labios están apretados y crispados, revelan un carácter muy enérgico, duro.
  • Los labios blandos: denotan debilidad. Cuando apenas se distinguen las comisuras, es señal de orden y sangre fría.
  • Los labios mordisqueados: denotan un carácter angustiado, inquieto.

Vía: http://www.terra.es/

domingo, 1 de marzo de 2009

School Days

School days es un manga y anime adaptado a partir de un juego, creado por Overflow, en el que se desarrolla la historia y dependiendo de las opciones que decidas tomar, la historia toma un rumbo o otro.

El anime empieza con Makoto, un estudiante de secundaria, que se fija en una chica (Kotonoha) que va en el mismo tren que él camino a la escuela. Entonces, en clase, la chica (Sekai) que se sienta con él se entera y quiere juntarlos, pero una vez lo consigue, ella también se enamora de él y empiezan los líos que se iran dando a lo largo de la historia.

Una de las cosas que caracteriza a este anime es que tiene muchos finales alternativos, algunos malos y otros buenos, así que hay para todos los gustos, pero ninguno tan espectacular como el verdadero, almenos para mi.
Además, es un anime cortito, solo son 12 capítulos, es muy entretenido y, engancha mucho, así que vale la pena verlo.

Si lo quereis ver online, se puede encontrar por youtube, tu.tv, o sino por descarga directa.